La centralidad de la Biblia: Propuesta 2
ACIERA comparte el tercer artículo emitido por la Sociedad Bíblica Argentina alentando a todos los lectores a priorizar la lectura de la Palabra de Dios en sus vidas, la cual, como dicen las Sagradas Escrituras “ordena los pasos del hombre” y le guía en las decisiones trascendentes y cotidianas del diario vivir:Todo cristiano evangélico estará de acuerdo en que la Biblia debe estar en el centro de la vida y la misión de la Iglesia. Es parte de las convicciones más profundas de nuestra fe. Entonces, la pregunta lógica es: ¿Cómo manifestamos esa centralidad de las Escrituras en nuestras comunidades de fe?
En la entrega pasada, presentábamos una primera propuesta: Apartar un tiempo en todos nuestros cultos para la lectura pública de las Escrituras.
Hoy presentamos la segunda: Promover la predicación expositiva de la Biblia: ¿qué dice el texto?
El apóstol escribe sus últimas líneas desde la cárcel, listo para ser sacrificado. “Te encarezco (‘solemnemente’, agregan algunas traducciones) delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra” (2 Tim. 4:1-2).
Los que predicamos necesitamos confiar más en el poder del Espíritu Santo y menos en nuestras propias capacidades. Proponemos regresar a la predicación expositiva de la Biblia, pero no tanto como método homilético (aunque es muy bueno), sino como la sencilla práctica de comenzar con la pregunta: “¿Qué dice el texto?”
El texto debe ser quien guíe mi predicación, y no, simplemente, lo que yo quiero decir. Y esto es particularmente importante para los hermanos más sencillos. “La exposición de tus palabras alumbra; hace entender a los simples” (Sal. 119:130). Predicar expositivamente significa proclamar lo que está escrito, lo que está allí. ¿Por qué? Bueno, justamente, porque nuestra gente necesita escuchar la voz de Dios.
A veces hemos creado un conflicto entre hacer énfasis en la Palabra o hacer énfasis en el Espíritu. Pero ese conflicto no debe existir porque son inseparables. “La Palabra de Dios es la espada del Espíritu”.
El gran R. A. Torrey, compañero de Moody, escribía hace más de 100 años: “La obra de Dios es llevada a cabo por la Palabra y por el Espíritu, o, mejor dicho, por el Espíritu por medio de la Palabra. El secreto de la vida efectiva es conocer el poder del Espíritu por medio de la Palabra. El secreto del servicio efectivo es usar la Palabra en el poder del Espíritu”.
El apóstol Pedro lo va a expresar del siguiente modo en 1ª Pedro 4.11: “Cuando hable alguno, hágalo ciñéndose a las palabras de Dios (en otras palabras, que predique la Palabra); cuando alguno sirva, hágalo según el poder que Dios le haya dado (o sea, en el poder del Espíritu Santo), para que Dios sea glorificado en todo por medio de Jesucristo, de quien son la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén”.
El tema de la predicación bíblica en el poder del Espíritu es un tema muy serio. Extremadamente serio. Tiene que ver con la gloria de Dios.
Por Ruben A. Del Ré, director general de la Sociedad Bíblica Argentina.
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